Caperucita en Manhattan
Anaís
Pérez Gonzálvez.
Caperucita en Manhattan
es un libro realizado por la escritora Carmen Martín Gaite. Concretamente la edición
en la que me centro es la 4ª en la editorial Siruela, con 205 páginas.
Martín
Gaite, basándose en el cuento de “Caperucita Roja” teje a la protagonista: una
niña llamada Sara Allen, muy lista, con mucha imaginación, y con total
adoración por su abuela. La historia, que tiene cierto parecido con el cuento,
se aleja totalmente del argumento que este refleja; el cuento en el que Sara
Allen es la protagonista, se centra en reflejar la importancia de la libertad,
de superar los miedos, las inseguridades, las tristezas…
La
historia se basa en cada domingo, cuando Sara y su madre Vivian, van a visitar
a la abuela Rebeca, cuyo nombre artístico en los años en los que actuaba como
cantante era Gloria Start, para limpiarle la casa y merendar con ella el famoso
pastel de fresa de la familia cuya receta era secreta. Desde siempre, Sara está
maravillada por Manhattan, por su ambiente, la gente, y sobre todo, por la
estatua de la libertad. Desde pequeña, animada por su abuela y el novio de
esta, Aurelio, le gustaría un día ir sola a Manhattan; ya que cuando va con su
madre, no le deja disfrutar de la ciudad y nunca se puede soltar de la mano de
esta. Es curioso cómo se destaca el ambiente familiar de Sara: los padres a
veces discuten, momento en el que la pequeña aprovecha para disiparse del mundo
y dar rienda suelta a su imaginación; además, la madre está muy encima de ella,
y siguiendo los consejos de una vecina, no le deja, en ocasiones, potenciar
esta creatividad, imaginación y sabiduría, ya que Sara es una niña muy
preguntona y curiosa. El caso es que un buen día Sara tiene la oportunidad de
ir de Brooklyn, donde ella vive, a Manhattan, sola. Sus padres le dejan con una
vecina al tener que acudir a un entierro, y esta aprovecha la oportunidad en la
que la vecina sale a hacer unas cosas para ir a Manhattan. Sara, cada domingo
había observado qué hacer en el trayecto hasta llegar a casa de su abuela. Sara
acaba de cumplir diez años y decide dejar sus miedos atrás para ir a llevarle,
como cada domingo, la tarta de fresa a su abuela, y conversar con ella de esta
ciudad que tanto le gustaba desde que tenía cuatro años y Aurelio le dejó junto
con algunos cuentos un plano de la ciudad con el que fantaseaba. Sara, además,
estaba animada por su abuela a ser una niña curiosa, sin miedos, capaz de hacer
todo lo que se propusiera en la vida, y por ello un buen día le regaló un libro
acerca de la estatua de la libertad donde se mostraba su verdadera historia, la
que dice que el que la creó se basó en el rostro de su madre, una mujer llamada
Madamme Bartholdi. En su trayecto, inspirada por los cuentos e historias de su
abuela, y con ayuda del mapa del librero Aurelio, Sara, decidida a no tener
miedo y sentirse libre llega a Manhattan.
Es
curioso como “el lobo” del cuento de caperucita se muestra personalizado como un
hombre rico, empresario, poseedor de una industria encargada de hacer tartas de
todo tipo; pero frustrado, desanimado, y sumergido en su soledad por tener una
actitud un tanto soez, y por estar enloquecido por encontrar una tarta de fresa
idónea para su comercio, ya que era la única tarta de la que se quejan los
clientes caracterizándola como seca. Evidentemente, Caperucita, Sara, que
siempre iba vestida por su madre de rojo, y el lobo, el gran empresario cuya
industria tenía el nombre de “El dulce lobo”, en honor a su apellido: Woolf, se
debían de encontrar en el trayecto dirección a casa de la abuela Rebeca en esta
historia: casi al final, Woolf se encuentra con Sara y se fija en la tarta de
fresa que lleva por la que él está tan obsesionado; la prueba, y le encanta, y
decide engañar a Sara para que le dé la receta adelantándose para llegar antes
que ella a casa de su abuela, igual que ocurre en el cuento, ya que es donde
está la receta para así obtenerla.
Es
muy importante en este momento, la figura esencial de la historia: una ermitaña
mujer, con apariencia longeva, vestida con harapos y que mendiga en la calle,
llamada Miss Lunatic. Esta mujer es descrita en el capítulo seis por el
comisario O´Connor; en él se refleja cómo esta mujer es una buena consejera,
que siempre anda por las calles al atardecer con un carrito de bebé vacío; se
describe también en este capítulo el encuentro de la mujer con Woolf que le
insufla ánimos para saber vivir, sin miedos, porque para ella la auténtica
felicidad, y así también se lo deja ver a O´Connor, es cuando uno es libre,
concepto opuesto al dinero y al miedo. Esta mujer, se encuentra en el trayecto
a casa de la abuela a Sara, y decide ayudarle porque observa que la niña está
un tanto asustada y triste. Con Miss Lunatic, Sara recorre Manhattan, y en este
tiempo descubre que Miss Lunatic es madame Bartholdi, la mujer que representa
la estatua de la libertad, y le confiesa que el secreto de la estatua es que
durante el día la figura se alimenta de ella para que de noche su antorcha se
encienda; estamos ante un caso simbólico en el que se personaliza la libertad
en esta mujer, Madame Bartholdi. Sara se emociona muchísimo cuando descubre
este secreto y formula un pacto con ella para no revelar todo lo que le ha
dicho. Es muy importante lo que Sara saca en claro de las palabras que Mis
Lunatic le dice: que “la persona que cuenta sus secretos se quita la libertad”.
Además, esta le da confianza para que se le vaya el miedo, ya que este no sirve
para nada.
El
final que Carmen Martín Gaite nos da es abierto: Sara, cuando llega a casa de
su abuela se encuentra a Rebeca y al solitario Mister Woolf bailando juntos;
resulta que Gloria Start había sido el amor platónico de Woolf cuando este era
joven y su padre tenía una pequeña pastelería. La historia termina, sin haber
terminado, con Sara que se sumerge en un pasadizo que Miss Lunatic le había
revelado anteriormente para volver a casa.
Lo
realmente interesante para mí de esta historia es el mensaje que Martín Gaite,
basándose en el cuento de “Caperucita Roja”, quiere transmitir: la importancia
de la libertad y el hecho de no tener miedo en la vida. Creo que este libro,
como así señala la autora no tiene edad: pues dice que es de ocho a ochenta
años; aunque quizá para que el lector entienda el mensaje deberíamos estar sentados
ante un lector de 3º de la ESO o más; además creo que es un libro que puede
potenciar que el lector lea, por su originalidad y por su enganche, ya que el hecho
de reconocer el título y asemejarlo al cuento y ver las relaciones en la trama
con la historia de Capercucita es un factor muy llamativo para el lector. En
cuanto a la creatividad, se muestra en el libro con Sara: esta niña que lee
libros como Alicia en el país de las maravillas
y Robinson Crusoe, se inventa palabras
como “miranflú” y sueña cosas muy imaginativas. Creo que es también interesante
las relaciones de intertextualidad que se muestran en el libro claramente con
estas obras que acabamos de nombrar, y sobre todo, con la del cuento. Estos cuentos
que alumbran la imaginación de Sara justifican lo fantástico de la obra, y,
podría ser, que este final abierto tuviera que ver con el cuento de Alicia; en
este punto, me pregunto si todo el viaje a Manhattan es un sueño de Sara.
Como
conclusión, opino que es un libro adecuado para la enseñanza puesto que tiene
diferentes niveles de lectura, y una buena calidad literaria; creo que con él
se puede aprender: no solo se potencian las relaciones de
intertextualidad que hace que el lector relacione las obras, también la creatividad,
y sobre todo, la idea de ser libre y de no tener miedo. Desde mi punto de
vista, esto es el verdadero héroe de este cuento: la actitud libre y sin miedos
que pudiera haber hecho que Sara, en un final cerrado, saliera airosa en esta historia sin dejarse llevar finalmente, por ejemplo, por los engaños del señor Woolf.
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