Homenaje a Gerardo Diego en Madrid |
Gerardo Diego (1896, Santander) contagia
la rima que tanto mima en Si la palmera
supiera... (Anaya, 2002, Madrid). Además, las ilustraciones con las que Luis
de Horna acompaña estos breves poemas lo convierten en paradigma del género
poético en Literatura Infantil y Juvenil.
Cubierta de Si la palmera supiera... |
José María Bermejo define
a Gerardo Diego de forma inmejorable ya en el prólogo de Si la palmera supiera...: “Aquí tienes a un mago de las palabras”. Y
es que este libro es un entramado mágico de luces, colores y sentidos. El
lector puede encontrar en ellos paisajes, costumbres, vivencias, ideas… Pese a
que la forma, tan cercana a la música, lo infantiliza (en el sentido de que las
palabras sencillas, las frases cortas y a veces repetitivas, lo pueden
relacionar con el habla de los más pequeños), lo que se dice (muchas veces, eso
sí, de forma implícita) está más cerca de las concienzudas y abstractas
reflexiones que envuelven la vida adulta que de la pintoresca y ociosa vida del
niño. El mismo Gerardo lo explica en “Autorretrato”: «[…] Podéis tocar con las
manos/ mi conciencia./ Gozar podéis con los ojos/ –negro y sepia–/ los colores
y las tintas/ de mis penas. […]». Así pues, como muchos de los libros que se
califican bajo el membrete de LIJ (pensemos en El Principito de Antoine de Saint-Exupéry o en El hombrecito del traje gris de Fernando Alonso –que comentábamos
en entradas anteriores–, por ejemplo) y que en realidad están destinados a
cualquier tipo de lector, con Si la
palmera supiera... ocurre algo así: convirtiéndose de este modo en un buen
libro.
El Gerardísimo Gerardo
que le llamaba Federico García Lorca traslada la innovación poética y humana de
la Generación del 27 a los más jóvenes: no escribiendo para niños, sino
describiendo la complejidad adulta desde el prisma genuino. Con esto, y con las
infinitas posibilidades que ofrece la poesía, consigue de forma magistral
multitud de lecturas. La simbiosis de la tradición y la modernidad engendra uno
de los mejores sonetos en lengua española, dedicado a Ángel del Río (biógrafo
de Lorca):
EL CIPRÉS DE SILOS
Ciprés del monasterio de Silos |
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu
lanza.
Chorro que a las estrellas casi
alcanza
Devanando a sí mismo en loco
empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
Flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del
Arlanza,
Peregrina al azar, mi alma sin
dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en
cristales,
como tú, negra torre de arduos
filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Este poema, en forma de ciprés, quizá
englobe la frescura y la plasticidad de las imágenes que emplea Gerardo Diego
para conectar lo mundano y lo divino, lo terrenal y lo celeste, lo vivido y lo
soñado. Y es que uno de los elementos que mejor empatiza con los jóvenes es el
sentimiento onírico que, a priori, se atisba en sus versos: tan “perversos”, “tersos”
y “dispersos” (definición que da a su último poema, titulado así: “Versos”).
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