La obra
narra la vida del burrito Platero, fiel y dulce compañero de vivencias del
autor; quien desencantado de la vida, en parte como consecuencia de los reveses que en ocasiones
propina, fallecimiento en un principio de sus padres, y posteriormente de su
esposa, decide aferrarse a él, por considerar que él nunca le fallará.
De esta
forma Platero se convierte en su único amigo y confidente. Y es
así como poco a poco van transcurriendo, frente al Atlántico, todas y cada una
de las vivencias enmarcadas tanto por la tristeza de su autor, como por alegría
del pequeño Platero. Y es
aquí, en un pequeño rincón apartado y próximo al mar, donde el autor decide,
una vez apartado del mundo, ir contándole a su fiel compañero, a modo de
confesiones, el motivo por el que se siente tan solo, y traicionado por la
vida.
Platero
se convierte es su único motivo para salir adelante, en su alegría y
preocupación diaria... En la razón para seguir levantándose día tras día.
En
palabras del autor, Juan Ramón Jiménez, nacido en 1881 y muerto en 1958,
Premio Nobel de Literatura en 1956, el cual es uno de los poetas más
distinguidos del siglo XX:
"Nos entendemos
bien. Yo lo dejo ir a su antojo y él me lleva siempre
adonde quiero";
"Yo trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se
torna fangoso y le peso un poco, me bajo para
aliviarlo. Él comprende
bien que lo quiero. Es
tan igual a mi, que he llegado a creer que sueña
mis propios
sueños".
De este
modo el autor va redescubriendo pequeños placeres de la vida que para Platero
aun eran totalmente desconocidos, pequeños placeres tales como el vuelo de una
bandada de golondrinas, el agua fresca de un riachuelo, el canto de un grillo o
el dulce sabor de los frutos en primavera.
Y
fueron transcurriendo los días y con ello el paso de tiempo de forma
inevitable. Tristemente, tras una tarde de paseo por el pinar, que finalizaba
con graciosos rebuznos como agradecimiento a su dueño por no dejarle nunca
solo, Platero enfermó. Apareció
echado en su cama de paja. Su dueño llamó a su médico, pero nada podía hacerse
ya por el pobre animal.
Nuevamente
invade un terrible sentimiento de frustración y tristeza a su dueño, al que
sólo le queda por consuelo el pensamiento de que el dulce Platero, desde
dondequiera que esté, le puede ver, al igual que él, en el poniente despejado,
endulzando todo el valle de las viñas, oye su tierno rebuzno lastimero.
Platero
y yo es una obra magnífica. Su prosa es sencilla, fácil de leer, de ahí que sea
idónea tanto para un público infantil como adulto. A pesar
de la belleza de la obra, toda ella está impregnada por un gran sentimiento de
tristeza y frustración...Y precisamente por la forma tan maravillosa en la que
está escrita, que hace que desde el primer segundo de lectura conectes con el
dulce platero, y te metas de lleno en la novela, transmite al lector esa
profunda pena que a él le invade.
Es la
realidad lo que se recoge en estas páginas, pero es profundamente triste que
una vez que el autor intenta sobreponerse a toda tragedia que ha sucedido en su vida y parece decidirse a
dar una segunda oportunidad a la vida, retirándose frente al Atlántico a
escribir y confesar a Platero sus pensamientos...Cuando nada podía ir mejor
entre ambos, cuando parecía que nadie ni nada podría interponerse, cuando entre
ambos componían un todo... Platero muere.
De ahí
que, a pesar de ser una novela idónea para lectores infantiles, a modo
personal, no es la temática que considere más oportuna, puesto que, tal y como
ocurre en la novela, la vida puede dar continuos y repetidos disgustos a uno,
pero siempre hay que mirar hacia delante, e intentar sobreponerse. Y esta es la
idea que me gustaría que se hubiese
transmitido al lector.
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