miércoles, 15 de enero de 2014

La Catedral



César Mallorquí nació en Barcelona, en 1953. Dada la profesión de su padre, José Mallorquí, el creador de El Coyote, su afición por la literatura germinó ya en la infancia y muy pronto publicó su primer relato en una revista. Posteriormente estudió periodismo y trabajó en diversas agencias publicitarias. Actualmente se dedica por completo a la literatura juvenil y a la novela negra, labor que le ha llevado a conseguir numerosos premios, tanto en cuento corto como en novela. Entre ellos podríamos nombrar, en literatura juvenil, el Premio EDEBÉ o el Gran Angular (con La Catedral), además del reconocimiento del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de 2013.
La Catedral, publicada en 2008, es una novela histórica ambientada en el siglo XII I que esconde numerosos enigmas, algo que la dota de misterio e incertidumbre, y en la que no se prescinde del elemento fantástico. En ella se da cabida a numerosos temas que se derivan de la época medieval como son: el teocentrismo medieval, la importancia de los templarios, los intereses económicos de las Cruzadas, la labor de las logias masónicas, la lucha entre el bien y el mal, la construcción de catedrales y el trabajo de los constructores e imagineros; temas que, en definitiva, ayudan tanto al profesor como al alumno a conocer y a comprender mejor la época medieval. La Catedral se convierte, por tanto, en una herramienta útil para inducir a nuestros alumnos, de una manera viva y amena, al contexto histórico en que se inscribe la literatura del Medievo. En mi opinión, una lectura idónea para alumnos que se encuentren en el segundo ciclo de secundaria, pues es cuando se aborda la literatura medieval.
La historia está protagonizada por Telmo Yáñez, un joven imaginero, hijo de un maestro constructor de catedrales, que es admitido en la logia de la francmasonería a los catorce años. Para consagrarse como escultor deberá poner en práctica su maestría, emprendiendo un largo viaje desde Navarra a Bretaña para participar en la edificación de la catedral de Kerloc’h, financiada por la Orden del Águila de San Juan de los Siete Sellos (aquilanos), e investigar sobre la extraña desaparición de Thibaud de Orly: maestro constructor de su padre. En esta misión será acompañado y protegido por tres templarios daneses (Erik, Gunnar y Loki) que quieren descubrir a los autores de los robos realizados a los cruzados en Acre.
Una vez en Kerloc’h, Telmo es elegido para tallar la figura de San Miguel que ocupará el altar mayor, pero ésta pronto será destruida al descubrir que la catedral de Kerloc’h es un lugar elegido para la veneración a Lucifer. Allí, se quiere convocar al diablo mediante el eco de una inmensa campana y el sacrificio de Valentina, una joven virgen que es hija del maestro que dirige la construcción de la catedral. Pero este objetivo se verá truncado por la acción de Eric y Telmo que consiguen destruir la catedral y salvar a la niña.
 Es importante destacar la presencia de dos personajes típicos de la época medieval que ayudan a desentrañar los enigmas que encierra la novela. Ellos son Korrigan, el loco que le proporcionará la información indispensable para descubrir dónde se halla la cripta (lugar en el que está el cuerpo de Thibaud, así como numerosas reliquias y animales disecados que conservan los aquilanos) y el judío Abraham Ben Mosset, un enviado del papa que se identifica con el nombre de “trismegistos” y que nos introduce en el mundo de los prestamistas hebreos de la época. Este personaje ayuda a Telmo a descubrir que el verdadero significado de la inscripción, grabada a pie de la imagen, remite al nombre del diablo (LCFR: Lucifer) y presenta al lector el mundo de la alquimia, consiguiendo al fin la perfecta combinación de pólvora para vencer el mal, representado por los aquilanos.
A los ojos del lector adolescente puede parecer una novela complicada por el gran contenido histórico que posee, pero considero que el autor va mas allá, pues pretende que el lector se identifique con el personaje, demostrando  que con una corta edad se puede tener una gran rectitud en el comportamiento,  creatividad, madurez, entusiasmo por aprender y un afán de superación ante las dificultades. Mallorquí transmite al lector, a través del protagonista, diferentes valores como la valentía, el coraje, así como la asimilación de la muerte, la violencia y el misterio. Con todo ello, el autor parece transmitir que, junto a los valores que poseemos, podemos enfrentarnos a las adversidades que encontramos en nuestro camino.
En definitiva, creo que se trata de una lectura atractiva para el lector juvenil, pues gracias a su perfecta dosificación de la intriga, a su narración y diálogos ágiles mantendrá el interés hasta el final.

Raquel Sabater Parra

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