Es innegable la
supremacía que ejerce la estatua de la Libertad sobre la ciudad de Nueva York. Su
omnipresencia queda manifiesta en el inventario personal de cada uno, por el
hecho de crear un conjunto indisoluble en el que asociamos Nueva York con la
estatua, y viceversa.
Sin olvidar
esto, Carmen Martín Gaite remasteriza el clásico infantil Caperucita roja, y sitúa bajo la atenta mirada del símbolo
neoyorquino (incluso americano, si se prefiere) a Sara Allen, la niña que le llevará
la tarta a su abuelita.
De este modo, en
Caperucita en Manhattan tenemos la
representación de la estatua de la Libertad como figura y símbolo. En primer
lugar, como figura, como estatua propiamente dicha, porque se convierte en la
fijación de Sara desde que leyera de pequeña las historias Robinson Crusoe, Alicia en el
país de las maravillas y Caperucita
Roja, todas ellas con un carácter sentido de libertad y ansiara por visitar
el emblema de su ciudad. Y en segundo lugar, como símbolo, como plasmación de
la libertad que tanto identificaría a los norteamericanos en 1886 y ahora vemos
presente en la joven Caperucita.
Ya sea de una
forma u otra, la libertad queda más que manifiesta a lo largo de la obra de
Martín Gaite. Así pues, nos encontramos con una Caperucita que busca la
independencia precoz de los brazos de su madre, que no hace más que cohibirla y
protegerla sobremanera. Por tanto, Sara se revela ante el joven lector como el
paradigma de libertad e imaginación, convirtiéndose en el ejemplo a seguir para
los niños/adolescentes, ya que a través de los libros Sara consigue evadirse de
la realidad que la rodea y salir en busca de nuevos retos, de superarse a sí
misma e intentar ser independiente. Una ascensión, en definitiva, del mundo de
la niñez al de la adultez, aunque tal vez de forma algo prematura.
Así pues,
mediante una prosa ágil y muy elaborada, Carmen Martín Gaite recorre las calles
de Nueva York junto a Sara Allen, quién va descubriendo que con la imaginación
se pueden conseguir grandes cosas.
Con la estatua
de la Libertad al fondo, encarnada en Miss Lunatic, asistimos a la búsqueda de
la felicidad de una niña, que lo único que quiere es vivir libremente y no
tener que seguir las normas. Y ese sentido de la vida lo describe a la
perfección Miss Lunatic:
Pero
¿a qué llaman vivir? Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas,
prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir
mentiras […]. Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y
vivir es explicarse y llorar… y vivir es reírse…
Y eso es lo que
busca Martín Gaite, y por ende su Caperucita, la búsqueda de la ansiada libertad
para poder vivir en paz, representada en la estatua de la Libertad, y que Sara
tratará de alcanzarla mediante los libros, su imaginación y su pasión por
descubrir.
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