miércoles, 15 de enero de 2014

Memorias de una vaca



Memorias de una vaca es una obra escrita por José Irazu Garmendia (1951), un talentoso escritor español que tiene el mérito de ser el autor más leído y traducido de la lengua euskera y que es conocido por el lector con el seudónimo de Bernardo Atxaga, (seguramente la intención de esquivar la censura franquista fue una de las razones que le llevaron a adoptar ese seudónimo). Se licenció en Ciencias Económicas pero decidió dedicarse exclusivamente a la literatura. Su obra se compone de poesías, novelas, ensayos, propuestas teatrales y relatos infanto-juveniles, siendo Memorias de una vaca (1992) uno de sus trabajos más entretenidos.
En este libro, la protagonista es Mo, una vaca negra que, a diferencia de lo que intenta demostrar ese dicho popular que dice que no existe “cosa más tonta que una vaca”, posee una gran inteligencia y una voz interior que la ayuda a superar cualquier problema que se le interponga por el camino. Por ello, por lo que tiene de reflexiva decide un día que ha llegado el momento de escribir sus memorias, promesa que le hizo a ese “Ángel de la guarda” que ella llama “El Pesado”.
Atxaga nos propone una novela situada en la posguerra en Euskadi, cuya protagonista nace en 1940, en el caserío Balanzategui, situado en medio del paisaje verde y montañoso del País Vasco donde conoce a La Vache qui rit, una vaca que será su amiga y confidente hasta que el destino las separe. Poco a poco, ambas descubren que el caserío abastece al ejército que aún lucha en el monte, comunicándose con ellos por un sistema muy original: las vacas negras afuera son señal de peligro y las vacas rojizas indican que pueden entrar a por comida. Descubierto todo, son vendidas por los nuevos dueños para servir de diversión en una fiesta de la que huyen tomando distintos caminos: La Vache decide unirse a los jabalíes y Mo emprende una nueva vida en soledad que le durará poco tiempo, pues el destino hace que se encuentre con la Pauline Bernardette, que huía de una proposición de matrimonio. Al final, un convento francés será el lugar que acoja a ambas amigas tras su odisea personal.

Es el primer año de vida de la vaca el que ocupa los seis primeros capítulos de la novela, es decir, nos situamos en el intervalo situado entre 1940-1941. La acción se sitúa en el caserío Balanzategui del País Vasco donde se nos da a conocer la forma de abastecimiento que tenía el ejército durante la contienda. Los siguientes capítulos, el 7º y el 8º, narran la huida de Mo y de su amiga, hecho que nos sitúa entre 1942 y 1943. Finalmente, el último capítulo concluye con la narración y nos sitúa hacia 1990, época en la que Mo decide escribir sus memorias. Su aventura vital se inicia, por tanto, nada más terminar la Guerra Civil. Memorias de una vaca se convierte, por tanto, en una novela de aprendizaje, en la que su protagonista, la vaca Mo, nos cuenta su periplo vital hasta que llega a la madurez, esa etapa de la vida en la que cada uno aprende a tomar decisiones, actuar con autonomía y valerse por sí mismo.
La presencia de los humanos, reflejada en los personajes Genoveva –dueña de la Casa Balanzategui–, El Encorvado –cómplice de Genoveva–, Gafas Verdes y sus secuaces –espías de Balanzategui; representan para la vaca la falsedad en el momento que la vaca descubre las intenciones ocultas de estos seres; sin embargo, este pensamiento generalizado que tiene acerca de los humanos cambia cuando conoce a Pauline Bernardette, con quien vivirá el resto de su vida.

Lo que comienza por ser un monólogo de la vaca, se va convirtiendo en un diálogo con esa voz interna que le ayuda pero que le resulta insoportable porque siempre tiene la razón. A medida que la vaca va rememorando su pasado reflexiona sobre lo que fue y, de esta forma, pone de manifiesto a dos personajes: la vaca que enuncia (presente) y la vaca del enunciado (pasado).
A lo largo de la novela somos conscientes del miedo que tiene la protagonista a la muerte. Este miedo surge justamente cuando la vaca comienza a tomar conciencia de que han transcurrido cuarenta años. Se crea incertidumbre al ignorar cuántos años de vida le quedan, y al repasar lo recorrido, entrevé que al finalizar con las memorias también estaría cerrando el capítulo de su vida y se niega a terminarlas, pues siente que las memorias propiciarían el final. Sin embargo, Pauline la convence y decide terminarlas:Luego fui a tumbarme en el césped del jardín del couvent y tomé la decisión: corregiría, puliría y retocaría la primera parte de mi vida. Algún día, en caso de que surgiera la necesidad, seguiría con el resto. Y así hasta hoy. Como dice el refrán: Mientras vive a sus anchas, la vaca va dando largas”.
El escritor utiliza un lenguaje sencillo combinando el español con el francés y se vale de numerosos refranes para definir las emociones del personaje, creando así una escritura cargada de humor que hace atractiva y amena la obra. Emplea la técnica del discurso memorístico haciendo uso de la primera persona y dotando a la obra de una gran subjetividad. La vaca cuenta, en primera persona, su odisea al salvarse de las calamidades, hambre y miseria por las que se pasó durante la guerra Civil Española en la primera mitad del siglo veinte (1936-1939). De esta manera, Atxaga pretende dar cuenta a los jóvenes de 12 años aprox. de la situación que tuvo que vivir España como consecuencia de una guerra que causó grandes estragos en la sociedad y que por su dimensión dramática no debe de ser olvidada.  

Raquel Sabater Parra

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