miércoles, 22 de enero de 2014

Reseñando "Celia lo que dice"


Celia lo que dice es el primer libro de esta exitosa colección, en la cual se narran las aventuras y desventuras (en el colegio, en casa o en vacaciones), de una niña rubia, preguntona e intrépida, nacida en Madrid poco antes de la República.

Celia, a lo largo de todo el libro, inicia la protesta y sugiere explicaciones alternativas de la realidad, gracias a las cuales se revela que las cosas no son siempre lo que parecen.

Esta niña acaba de cumplir siete años, edad que algunos mayores denominan como "edad de la razón", es una niña inquieta, divertida y muy ingeniosa. Este citado ingenio lo deja entrever en todos y cada uno de los capítulos que configuran la novela, a cada cual más divertido y ameno. Celia ve el mundo desde la perspectiva de la niña que es, a pesar de ser pícara y viva le invade una inmensa inocencia, inocencia que  transmite al lector y que evoca un sentimiento entre añoranza y nostalgia.



Como hija de buena familia tiene una institutriz inglesa, Miss Nelly, con la cual, lejos de congeniar y compartir ratos agradables, pasa momentos que ambas querrían olvidar. Celia no es como el resto de las niñas de su época, sumisas, ignorantes y sumamente obedientes; es una niña muy despierta y avispada y no está dispuesta a verse sometida a todas y cada una de las órdenes de su institutriz.

Es cuando Miss Nelly se tiene que ir a Inglaterra a visitar a un familiar enfermo cuando ella dará rienda suelta a su imaginación y estrechará lazos con Solita, la hija pequeña de los porteros de su vivienda. A pesar de ser de diferentes clases sociales, Celia, debido al gran corazón que tiene, y a que no deja de ser una niña, encuentra en ella una amiga incondicional y la atención que tanta falta le hace y no recibe de la figura materna. Tras el regreso de Miss, siguen aconteciendo sucesivas anécdotas que consiguen sacar más de una sonrisa al lector pero ninguna del agrado de Miss Nelly; por todo ello decide regresar a Inglaterra alegando que tiene que volver a su tierra.

Evidentemente, dentro de esta familia acomodada, en la que la figura paterna es quien proporciona todo el sustento económico y la materna la que se dedica a vivir para sí y alternar con la clase alta del Madrid de la época, no hay tiempo para cuidar y educar a una hija, por lo que inmediatamente, la madre de Celia decide contactar con Doña Benita, una señora mayor que también crió tanto a ella como a sus hermanos.

Celia y Doña Benita forman un buen equipo, Doña Benita es lo más parecido a una abuela para Celia, y debido a la sabiduría y experiencia que sólo aporta el paso de los años, sabe congeniar con ella a la perfección. Pero Celia también tiene muchas amigas en el colegio, con las cuales llevará a cabo mil y una ideas que tan sólo pueden pasar la cabeza de un inocente niño: encerar muebles con mantequilla para que queden relucientes,  encerrar a un niño extranjero por considerar que era un duende porque hablaba como ellos...

Y con el transcurso del tiempo concluye el curso académico, y con ello llegan las vacaciones para todos: mientras sus padres parten rumbo a París, Celia se irá con Doña Benita a la casa del campo; lugar que encanta a ésta, ya que allí se siente plenamente libre y no encerrada como en la gran ciudad.

Y en medio de todas estas hazañas aparece Baby, el hermanito pequeño de Celia, al cual quiere con locura, y con el que protagonizará más de una travesura. Entre tanta diversión y pillerías, sin un ápice de maldad, Celia decide jugar un buen día con Baby a los piratas...Ambos se meten en la bañera y se embarcan en una inolvidable aventura que acarreará más de una fatídica consecuencia para la pobre Celia. Jugando y jugando ambos acaban empapados, se encuentran inmersos en una "tremenda tormenta de agua fría"... Se lo estaban pasando divinamente ambos, pero a ojos de sus padres, especialmente los de su madre, esta vez Celia debería entender las consecuencias de ser una niña tan traviesa, ha provocado un buen constipado en el pequeño Baby.

La madre de Celia decide llevarla interna a un colegio, la pobre Celia tan sólo podrá recibir visitas los domingos, día que aprovechará para seguir contando, a todo el que quiera escucharla y dedicarle un momento de atención, todas y cada una de sus vivencias es este nuevo colegio.

Elena Fortún (Encarnación Aragoneses), describe a la perfección las vivencias que acontecen en una familia burguesa madrileña. A pesar de tener por protagonista a  Celia, una inocente niña, alegre, divertida y despierta; a quien no le faltan montones de regalos en el día de Reyes o de su cumpleaños, si nos detenemos y pasamos a analizar ligeramente el fondo de la novela, nos daremos cuenta de que a pesar de formar parte de una familia acomodada de la época, en muchas ocasiones esta pequeña niña tan sólo requiere atención y cariño por parte de sus padres, y en la mayoría de ocasiones tan sólo recibe "no" por respuesta, alegando un gran cansancio o mucho trabajo, en el  caso de su padre; o prisas por arreglarse y acicalarse para asistir a los mejores y más selectos círculos de Madrid, por parte de su madre.

Aun así, Celia describe en uno de los capítulos a su madre como a un hada, ella ve a su madre como tal, ya que siempre, a la hora de irse a la cama, hora en la que le gustaría ser arropada y mimada por su madre, y no por una nany, observa como su madre saca de su vestidor sus mejores galas, vestidos de sedas refinadas y gasas delicadas, que para Celia son dignos de un hada. Y es ahí cuando ella nuevamente deja volar su imaginación y de ahí este símil. 



A pesar de ser una historia afincada en el siglo pasado, se puede extrapolar a nuestros días, y la enseñanza que personalmente he extraído es la siguiente: Se puede nacer una familia con más o menos comodidades y con más o menos posibilidades económicas, pero independientemente de todo ello, hay valores que tan sólo los padres pueden y deben transmitir a sus hijos...

La educación de un niño puede verse reforzada por maestros, institutrices o demás personal; pero como bien he señalado no dejan de ser meros refuerzos, refuerzos a una base que tan sólo los padres tienen (o deberían) de proporcionar a todos y cada uno de sus hijos. Y del mismo modo, es igualmente importante que unos padres transmitan, desde la infancia, cariño y dedicación a sus hijos, puesto que de no ser así, ese cariño podrá compensarse por el de otras personas, pero nunca podrán eliminar  ese vacío que tan sólo ellos eran competentes para rellenarlo.


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