Celia
lo que dice es el primer libro de esta exitosa colección, en la cual se narran
las aventuras y desventuras (en el colegio, en casa o en vacaciones), de una
niña rubia, preguntona e intrépida, nacida en Madrid poco antes de la República.
Celia,
a lo largo de todo el libro, inicia la protesta y sugiere explicaciones
alternativas de la realidad, gracias a las cuales se revela que las cosas no
son siempre lo que parecen.
Esta
niña acaba de cumplir siete años, edad que algunos mayores denominan como
"edad de la razón", es una niña inquieta, divertida y muy ingeniosa.
Este citado ingenio lo deja entrever en todos y cada uno de los capítulos que
configuran la novela, a cada cual más divertido y ameno. Celia ve el mundo
desde la perspectiva de la niña que es, a pesar de ser pícara y viva le invade
una inmensa inocencia, inocencia que
transmite al lector y que evoca un sentimiento entre añoranza y
nostalgia.
Como
hija de buena familia tiene una institutriz inglesa, Miss Nelly, con la cual,
lejos de congeniar y compartir ratos agradables, pasa momentos que ambas
querrían olvidar. Celia no es como el resto de las niñas de su época, sumisas,
ignorantes y sumamente obedientes; es una niña muy despierta y avispada y no
está dispuesta a verse sometida a todas y cada una de las órdenes de su
institutriz.
Es
cuando Miss Nelly se tiene que ir a Inglaterra a visitar a un familiar enfermo
cuando ella dará rienda suelta a su imaginación y estrechará lazos con Solita,
la hija pequeña de los porteros de su vivienda. A pesar de ser de diferentes
clases sociales, Celia, debido al gran corazón que tiene, y a que no deja de
ser una niña, encuentra en ella una amiga incondicional y la atención que tanta
falta le hace y no recibe de la figura materna. Tras el regreso de Miss, siguen
aconteciendo sucesivas anécdotas que consiguen sacar más de una sonrisa al
lector pero ninguna del agrado de Miss Nelly; por todo ello decide regresar a
Inglaterra alegando que tiene que volver a su tierra.
Evidentemente,
dentro de esta familia acomodada, en la que la figura paterna es quien
proporciona todo el sustento económico y la materna la que se dedica a vivir
para sí y alternar con la clase alta del Madrid de la época, no hay tiempo para
cuidar y educar a una hija, por lo que inmediatamente, la madre de Celia decide
contactar con Doña Benita, una señora mayor que también crió tanto a ella como
a sus hermanos.
Celia y
Doña Benita forman un buen equipo, Doña Benita es lo más parecido a una abuela
para Celia, y debido a la sabiduría y experiencia que sólo aporta el paso de
los años, sabe congeniar con ella a la perfección. Pero Celia también tiene
muchas amigas en el colegio, con las cuales llevará a cabo mil y una ideas que
tan sólo pueden pasar la cabeza de un inocente niño: encerar muebles con
mantequilla para que queden relucientes,
encerrar a un niño extranjero por considerar que era un duende porque
hablaba como ellos...
Y con
el transcurso del tiempo concluye el curso académico, y con ello llegan las
vacaciones para todos: mientras sus padres parten rumbo a París, Celia se irá
con Doña Benita a la casa del campo; lugar que encanta a ésta, ya que allí se
siente plenamente libre y no encerrada como en la gran ciudad.
Y en
medio de todas estas hazañas aparece Baby, el hermanito pequeño de Celia, al
cual quiere con locura, y con el que protagonizará más de una travesura. Entre
tanta diversión y pillerías, sin un ápice de maldad, Celia decide jugar un buen
día con Baby a los piratas...Ambos se meten en la bañera y se embarcan en una
inolvidable aventura que acarreará más de una fatídica consecuencia para la
pobre Celia. Jugando y jugando ambos acaban empapados, se encuentran inmersos
en una "tremenda tormenta de agua fría"... Se lo estaban pasando
divinamente ambos, pero a ojos de sus padres, especialmente los de su madre,
esta vez Celia debería entender las consecuencias de ser una niña tan traviesa,
ha provocado un buen constipado en el pequeño Baby.
La
madre de Celia decide llevarla interna a un colegio, la pobre Celia tan sólo podrá
recibir visitas los domingos, día que aprovechará para seguir contando, a todo
el que quiera escucharla y dedicarle un momento de atención, todas y cada una
de sus vivencias es este nuevo colegio.
Elena
Fortún (Encarnación Aragoneses), describe a la perfección las vivencias que
acontecen en una familia burguesa madrileña. A pesar de tener por protagonista
a Celia, una inocente niña, alegre,
divertida y despierta; a quien no le faltan montones de regalos en el día de
Reyes o de su cumpleaños, si nos detenemos y pasamos a analizar ligeramente el
fondo de la novela, nos daremos cuenta de que a pesar de formar parte de una
familia acomodada de la época, en muchas ocasiones esta pequeña niña tan sólo
requiere atención y cariño por parte de sus padres, y en la mayoría de
ocasiones tan sólo recibe "no" por respuesta, alegando un gran
cansancio o mucho trabajo, en el caso de
su padre; o prisas por arreglarse y acicalarse para asistir a los mejores y más
selectos círculos de Madrid, por parte de su madre.
Aun así,
Celia describe en uno de los capítulos a su madre como a un hada, ella ve a su
madre como tal, ya que siempre, a la hora de irse a la cama, hora en la que le
gustaría ser arropada y mimada por su madre, y no por una nany, observa como su
madre saca de su vestidor sus mejores galas, vestidos de sedas refinadas y
gasas delicadas, que para Celia son dignos de un hada. Y es ahí cuando ella
nuevamente deja volar su imaginación y de ahí este símil.
A pesar
de ser una historia afincada en el siglo pasado, se puede extrapolar a nuestros
días, y la enseñanza que personalmente he extraído es la siguiente: Se puede
nacer una familia con más o menos comodidades y con más o menos posibilidades
económicas, pero independientemente de todo ello, hay valores que tan sólo los
padres pueden y deben transmitir a sus hijos...
La
educación de un niño puede verse reforzada por maestros, institutrices o demás
personal; pero como bien he señalado no dejan de ser meros refuerzos, refuerzos
a una base que tan sólo los padres tienen (o deberían) de proporcionar a todos
y cada uno de sus hijos. Y del mismo modo, es igualmente importante que unos
padres transmitan, desde la infancia, cariño y dedicación a sus hijos, puesto
que de no ser así, ese cariño podrá compensarse por el de otras personas, pero nunca
podrán eliminar ese vacío que tan sólo
ellos eran competentes para rellenarlo.
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