La magnífica obra que nos ocupa es Caperucita en Manhattan, cuya autora es la charra Carmen Marín
Gaite, Premio Nacional de las Letras Españolas y no es de extrañar pues esta
obra es un claro ejemplo que hizo de ella una de las grandes escritoras española.
La literatura oral ha perdido la gran presencia que tuvo
antaño, pero no se puede decir que haya desaparecido pues a todos de niños nos
han cantado nanas, nos han contado cuentos, por lo que no está perdida, los
cuentos que normalmente nos cuentan son los famosos cuentos de los hermanos Grimm.
En este caso se trata de la versión de Perrault pues falta la figura del
leñador. Carmen Martín Gaite de esta forma nos acerca una versión de este
cuento popular con una perspectiva moderna, y acertó ciertamente en ello, lo
vemos en la cantidad de ediciones posee y el éxito que ha alcanzado.
Por tanto la lectura de este libro es un paseo por nuestro
intertexto lector, ya desde el título nos acercamos a la obra y empezamos a
relacionarla con el cuentecillo. En seguida empezamos a buscar los elementos
que nos son familiares y la magia radica en el disfrute de las nuevas sorpresas
que nos vamos encontrando a lo largo de la historia, con esto me refiero sobre
todo a la presencia de un nuevo personaje clave en este caso para su finalidad
moral; pues esta historia tiene un propósito que queda lejos del que tuvo en su
momento Caperucita roja, y este nuevo
propósito nos lo marca este personaje. En este caso el tema fundamental es la
libertad, la disyuntiva por la que caminan los adolescentes entre la obediencia
y la libertad.
Al tratarse de una etapa complicada de la juventud en la que la historia
pone de relieve esa sensación de libertad que tanto ansían, esta historia tiene
mucho camino recorrido para tener éxito, el único problema que podría aparecer
es un rechazo inicial puesto que viven un proceso de crecimiento en el que ya
no se sienten niños y rechazan cualquier cosa que se les relacione con este
mundo infantil al que asociamos el cuento de Caperucita roja.
En nuestra historia
caperucita se llama Sara Allen, que es una joven que pone de manifiesto su pasión creadora de historias y palabras, vive
en Manhattan en la llamada jungla de asfalto por esto es el lugar perfecto para
que tome realidad el bosque por el que iba la jovencita. Al igual que en el
cuento, Sara va sola a casa de abuela para llevarle una tarta de fresa, pero en
este caso Sara va en contra de la voluntad de su madre escapándose. Por el
camino, en el metro se encuentra con el personaje citado antes, Miss Lunatic que
es de gran importancia en esta historia, pues es quien nos da una visión moral
y pone de manifiesto la libertad que los adolescentes buscan y por ello es tan
bien Madame Bartholdi madre del artista que a su vez inspiró el rostro de la
estatua de la libertad, aquí un nuevo guiño de este personaje con la libertad.
Por el camino además conoce
al lobo, el señor Woolf que es un pastelero que quiere para sí la receta de la
tarta que lleva Sara para su abuela. De tal forma que el lobo queda desprovisto
de la imagen que tenía en el cuento tradicional, sin embargo ahora se trata más de un codicioso y avaro que quiere para sí la receta de la deliciosa tarta que lleva Sara a su abuela.
La primera parte en la que se nos presenta la nueva
visión del cuento popular es un poco lenta pero necesaria para que los lectores
menos experimentados afiancen su intertexto lector y lleguen a la segunda parte
con el planteamiento bien fijado. Las ideas expuestas en la segunda parte son
clave del tema, cada frase que nos dice Miss Lunatic se podría comentar, y es
algo que se puede llevar a las aulas para tratar. Además es un buen ejemplo
para la reelaboración del conocimiento en todos los sentidos, pues este tipo de
ejercicios ayuda a que los alumnos reelaboren sus conocimientos y creen nuevos
pudiendo extrapolar esto a otras disciplinas.
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