domingo, 19 de enero de 2014

El hombrecito vestido de gris, Fernando Alonso Alonso

Por Iván Jávega López

Fernando Alonso Alonso es un escritor, gestor de actividades culturales y documentalista televisivo, nacido en Burgos en 1941. Su libro más conocido es El hombrecito vestido de gris (1978), con ilustraciones de Ulises Wensell.
Estudió parte del bachillerato en el País Vasco y se trasladó años después a Madrid para estudiar en su Universidad la licenciatura de Filología Románica. Es en esta ciudad donde fijó su residencia y donde ha desarrollado su vida profesional en el campo editorial y en la televisión.
Por otro lado, resulta ser uno de los autores más relevantes del panorama de la Literatura Infantil. Su extensa obra literaria ha sido traducida a varios idiomas como el inglés, francés, sueco o coreano. Entre sus numerosos premios destacan el "Premio Lazarillo" de 1977 y el "Premio Mundial de Literatura José Martí" en el año 1997 por el extenso conjunto de su obra.


En su obra El hombrecito vestido de gris, narra varias historias, todas muy divertidas y fáciles de leer, de las cuales quiero destacar la que da título al libro (puesto que es la historia principal y la que más me ha gustado).

Esta historia trata de un hombre al que todo lo que le rodea es de color gris, incluido él, su bigote y su atuendo. Su vida cotidiana era absolutamente insustancial, su trabajo y sus rutinas diarias eran siempre idénticas y repetitivas. Pero por dentro él se sentía de forma muy distinta y tenía tantas ganas de darle color a su vida, que no podía reprimir sus ganas de cantar. Le gustaba tanto la música que en secreto soñaba con ser cantante de ópera. Cantaba a todas horas, en su casa, en el trabajo. Hasta que un día su jefe lo vio cantando en la oficina y le dijo que si lo volvía a ver lo echaría. Entonces el hombre se puso un pañuelo atado en la cabeza sujetando su boca y, fingiendo un dolor de muelas, no volvió a cantar nunca más. De está forma pudo contener su necesidad de expresarse cantando, conservando su trabajo y su consideración social.
La historia termina así, porque en ocasiones la vida es dura y no ocurre todo lo que deseamos, pero también ofrece un final alternativo para aquellas personas que quieren un final feliz.




El hecho de ofrecer dos finales diferentes fue lo que más me llamó la atención y me quedo, sin duda, con el final triste, porque a veces la vida es así y se nos muestra tal como es. El miedo al rechazo, la necesidad de aceptación social y la presión del entorno condicionan la manera en que nos mostramos a los demás,  que no siempre se ajusta a lo que realmente desearíamos ser. De esta forma, el arquetípico hombrecito gris, se aleja de sus sueños imponiéndose a sí mismo la mordaza de la autocensura.
Cuando acaba el segundo final, el autor remarca la palabra fin poniéndole interrogaciones, con esto deducimos que está preguntando a los lectores si este final les parece más adecuado que el anterior.
Lo interesante de este final abierto, a mi parecer, es que abre la puerta a múltiples interpretaciones para el lector, invitándole, en cierto modo, a crear su propio final de la historia. Pero en cualquier caso, a través de esta pequeña fábula, Fernando Alonso cuestiona las convenciones sociales de una forma clara y sincera; tratando un tema que puede aportar riqueza personal y una perspectiva motivadora de las habilidades y aficiones de los alumnos.



Por otro lado, nos encontramos con que esta obra, además de estar escrita con un lenguaje claro y breve, está ilustrada por una gran dibujante que nos traduce en imágenes las escenas, con muy pocos detalles y la única expresión del trazo a tinta negra. La sencillez de sus dibujos es tan amable e inocente como el propio personaje, dándonos una perspectiva más completa y visual. Esto siempre se agradece en un libro de literatura infantil, ya que agiliza la lectura y la hace mucho más atractiva.

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