La trama de la obra gira en torno a Luciana, una joven de
18 años conocida como “la Karpov” por su afición al ajedrez, que una noche,
envuelta por un ambiente de música y drogas, ingiere una y entra en coma
profundo. A través de sus monólogos conocemos el amor que siente por Eloy,
quien demuestra mayor madurez y responsabilidad que el resto de amigos (Máximo,
Santi, Cinta y Raúl), pues decide quedarse en casa estudiando, rechaza las
drogas y contribuye en la búsqueda de una pastilla idéntica a la que consumió
su chica Luciana: según los médicos, analizando los componentes químicos de ese
ejemplar se sabrá contra qué se está luchando. Paralelamente, el inspector
Vicente Espinós recaba información e inicia sus pesquisas que le llevarán a
desmantelar una red de tráfico de drogas de diseño en la que está involucrado
Policarpio García, el camello que les vendió la droga. Por su parte, Mariano
Zapata utiliza artimañas para conseguir la fotografía de Luciana entubada, pero
en el fondo quiere sensibilizar a la sociedad de la necesidad de encontrar
soluciones.
De entre todos los personajes, es imprescindible destacar
la línea paralela que se desarrolla entre las vidas de Luciana y su mejor amiga,
Loreto. Ésta padece de bulimia, un trastorno alimenticio que le lleva al
deterioro físico y psicológico, pero que poco a poco conseguirá vencer. El shock que le causa la situación de su amiga la ayuda a
dar el primer paso para enfrentarse, prometiéndole que comerá, aunque se
convierta en la mujer más gorda del mundo, con la condición de que ella
(Luciana) no la abandone y esté siempre a su lado.
El tiempo de la
novela es el tiempo de la agonía, del coma de Luciana, un estado de ansiedad
que el autor delimita asignándole a cada capítulo un movimiento de ajedrez como
título. Así, toda la historia se presenta como una partida de ajedrez, en la
que la muerte juega con las fichas negras y la vida con las fichas blancas.
Luciana no sabe qué fichas escoger; no sabe por qué camino decantarse, pues en
uno siente la ternura que le transmiten sus seres queridos y en el otro le
llama la paz. Pero, a pesar de sentirse en numerosas ocasiones atraída por ese
mundo de paz, se resiste a entrar en él y lucha hasta conseguir regresar al
pasado. Así la lucha de Luciana contra
el peor enemigo posible, la muerte, se simboliza con esta partida de ajedrez
donde solo puede haber un vencedor, en esta ocasión la joven Luciana.
Se trata de una
novela narrada con suma agilidad, con un lenguaje simple y directo; fácil de
llegar a un público adolescente. Predomina la tercera persona, aunque también
aparece la primera persona puesta en boca de Luciana a través de ese monólogo
interior que el autor va destacando en cursiva. De esta manera y junto a las
oportunas y logradas descripciones (Luciana entubada y Loreto bulímica), Jordi
Sierra pretende conseguir que el lector adolescente se conciencie y reflexione sobre
las fatídicas consecuencias que se derivan del consumo de drogas y de los
trastornos alimentarios. En mi opinión, un objetivo que logra con creces, pues
el hecho de empezar in media res junto con la extremada brevedad de sus
capítulos motiva al adolescente a no detener la lectura y a saber cuál es su
desenlace.
Considero que la
lectura de Campos de fresas es un
libro idóneo para trabajar en clase con nuestros alumnos, pues a través de él
apreciarán el valor de la vida, de la amistad y de la familia y se darán cuenta
de lo que puede provocar algo tan simple como
ingerir una pastilla: te puede destruir tu vida y la de los que están a
tu alrededor.
Raquel Sabater Parra
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